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Explicación Cortita

Lo característico de la minificción o microrrelato, es su capacidad para disparar sugerencias múltiples en la mente del lector. Para ello se vale de la ambigüedad y de modos oblicuos de expresión, como la ironía, que apuntan a que lo que parece ser no sea, o no se sepa con seguridad si es o no es. De ahí que la paradoja y la parodia sean tan frecuentes. También lo es el doble sentido, en cuyo caso se acerca peligrosamente al chiste. En este límite, el trabajo con las palabras es lo que determina la diferencia".

Raúl Brasca.

jueves, 24 de febrero de 2011

Inevitable

Sigue teniendo esa cara de buena gente con la que me conquistó. No es que esté mal, pero a veces no se puede complacer a todos.
Él no podía resistirse. Lo supe cuando, después de decirle que había leído su intercambio de correos con Lucía, con su mejor cara de cordero degollado y muy convencido, me dijo “no lo pude evitar”.
Estuve ensayando esa misma expresión para cuando la policía baje de la terraza y me pregunte por qué se suicidó.
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martes, 22 de febrero de 2011

Caminos


Iba recogiendo el polvo del camino con el ruedo del abrigo. Eso le dijo. Pero ella sabía que iba dejando huella para que lo siguiera, para que lo encontrara -por casualidad- en el claro del bosque.
Iba recogiendo moras para preparar el licor. Eso le dijo.
Pero él sabía que iba siguiendo su rastro. Podía sentir su olor a hembra en celo, atraída por el almizcle de su entrepierna.
Cuando estuvieron muy cerca el uno de la otra, en el claro del bosque, ella se llevó el abrigo para lavar y él las moras para el licor.

Mañana… quizás mañana se animaran a más.

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martes, 8 de febrero de 2011

Devoción


Hace un par de meses llegó al monasterio, el monje que estábamos esperando. Su aspecto era corriente pero muy carismático. Había amabilidad en sus palabras y en su mirada, sus gestos eran pausados sin ser solemnes. No había mentido cuando dijo que poseía el don de lenguas: pasaba la mayor parte del tiempo susurrando oraciones ininteligibles.
Una noche, el tono monocorde de sus plegarias había cambiado. Parecía estar con alguien en su habitación, contigua a la mía. Si bien no comprendía qué decía, su tono hacía suponer que pasaba por un tormento. Pensando que tal vez estaba enfermo, fui a su cuarto y divisé la puerta entreabierta. No pude evitar mirar a través de ella.
Sentada en el suelo, con las piernas cruzadas, semidesnuda, encerrada en una especie de triángulo de luz, se encontraba una mujer –ahora lo notaba- realizando un rito extraño que iba subiendo de tono e intensidad conforme sus manos unidas en plegaria subían desde su vientre hasta su cabeza con movimientos sinuosos.
Yo caí de rodillas, hipnotizado. De pronto pude entender lo que decía. El momento del despertar de su Kundalini había llegado. Y el de mi iluminación. Desde entonces, todas las noches me instruye en el tantra y durante el día oramos en lenguas. Tal fervor hizo que nuestro superior solicitara otro monje al monasterio vecino. La estamos esperando.

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miércoles, 2 de febrero de 2011

Clónica

Durante meses mantuvieron con vida artificial a su esposa, clonada de tercera generación, con la esperanza de identificar al gen que le provocaba vejez prematura. Fallaron una vez más.
Aún les quedaban dos vidas para descubrir que el origen del mal no era de genes, sino de gente. La que la rodeaba.

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